sábado, 13 de enero de 2018

Bucle

En un rincón, apartado de sonidos inquietantes, me pongo a pensar sobre las condiciones de mi entorno, casi como si el cerebro procesara sus ideas en prioridades según lo que más le afecte al cuerpo; si que hace un calor exarcerbante, está horrible. Tengo hambre, me toca cocinar y espero hacerlo bien. ¿Dónde está la sal? Suave me voy dando una idea de donde estoy, en este diminuto mundo hay muchos rincones, para ser específico no podría determinar un número exacto de cuantos hay; no es importante el dato, que calor más feo, mi piel se inunda y brilla al ritmo de las gotas del sudor, respiro porque sino me ahogo y es feo porque el aire sale caliente; intento darme cuenta en que rincón estoy, tengo  calor y mucha hambre, me siento como en un escena paradójica, ¿Será que estoy soñando? Que calor más cruel, siento que me quemo y ya el hambre se me fue; definitivamente esto es un bucle estúpido.

Por fin, abro los ojos y te veo en el lado izquierdo de nuestra cama, el lado que más te gusta, dormida muy bien acurrucada en la almohada; que sueño más raro.

- ¡Dagoberta! Dejanos dormir por favor que aún seguimos acostado.
Mirada tenue e irritada de parte de ella
- ¡Bah! No me veas así, te lo pedí como un favor.
- Que inmunda tu vida, seguis ahí como si no tuvieras nada que hacer, sos un boludo de primera.
- Vos no sos mi mamá, no seas ridícula

Buscando baño en la mañana, Yara en la cama durmiendo de tal forma perfectamente envidiable, que sutil se nos vuelve el aprecio cuando nos detenemos a observar; preparo el desayuno mientras la Dagoberta busca conversar con don Bruno que está leyendo el periódico bien agusto. Hay harina para mezclar y hacer panqueques, una docena de huevos y un tarro de margarina artesanal, voy en busca de las porras, en una de ellas pongo agua, azúcar, canela y clavo de olor, la miel que la Yara le gusta; otra porra lleva margarina a fuego lento y vierto la mezcla preparada al centro de la porra. Don Bruno me mira fijo como preguntándose lo que hago, le sorprendo y le doy vuelta en el aire al panqueque que está en el fuego, se asusta al ver la pirueta culinaria y se pega una carcajada que asusta a la Dagoberta que escribía sus sueños en un diario especial, me río de los hechos y le sirvo a ella y a don Bruno que me agradece el desayuno.

- Amore mío, ya está el desayuno, vamos a comer. ¿Te parece?
Y bostezando te estiras con una ternura que solo vos sabes dar, vas abriendo lento los ojos que brillan y nacen en tu satisfactorio descanso y me abrazas fuerte, sonreis y tus cachetes se enrojecen. Vamos, me decis risueña. ¿Qué es? - Me preguntas curiosa
- Panqueques, como te gustan. - Te contesto alegre.

En la tarde vamos donde tus padres, Don Bruno nos va a llevar. Fíjate que tuve un sueño raro, era como una escena donde los hechos se repetían, así como un ciclo más o menos. Tenía  calor, hambre y así iba repitiéndose siempre. ¿Qué puede significar eso Moisés? Me pareció escuchar a la Dagoberta en la mañana. Si, vos sabes que ella es toda alborotada y le gusta llegar a nuestro cuarto a despertarnos. Me voy a bañar, veo que estás listo, que rápido. Mas o menos, ¿Qué podría decir? - Le dije riéndome.

En la calle de la avenida mayor hay unos niños limpiando los vidrios de los carros que pasan, los vemos e ignoramos su miseria como si aceptaramos que no podemos hacer nada, en la próxima vía don Bruno vira a la izquierda y cruza una calle que da apertura a la rotonda del trompo, derecho por el boulevard hay un parque bonito con una vista bella del atardecer, ahí están tus padres Yara, ahí amore,  ¿Ya los viste? Nos acercamos y saludamos con ganas, hablamos de los proyectos y de los viajes de este año. ¿Y si vamos al teatro? - Comenta doña Verónica. Vamos pues le digo yo, pero vos Yara, le quedas viendo como si disgustada estuvieras, en silencio tu papá te observa y quiere reír, pasan tres segundos y le decis que si, tu papá se carcajea,  vamos todos pues, don Nelson nos lleva. Que obra más buena, al final el diseñador le vende su clarinete al niño ciego, ¡Estafa! Ay, a don Nelson le pareció una estafa, nos vamos a cenar al restaurante Polidor y un gordo nos atiende, fue interesante ver que él era también dueño del local, le pedimos el plato favorito del chef y  nos ofrece un vino de cacao hecho en el mediterráneo, le pedimos unos diez rollos de sushi mientras conversamos sobre nuestros proyectos al retorno de nuestro viaje; mesero, mesero, venga y nos trae agua por favor, estoy sediento. Yara recorda llevarle el estuche a mi primo cuando lleguen a Pinar del Río. Bueno papá, no se me olvida. Bueno, ¿Y ustedes se van a casar? Miro a la Yara y me pongo a pensar sobre que responder... Ah, el mesero está cerca, que suerte... Vaya, se está cayendo,  esto ocasionará un terremoto. ¡El tarro de agua! Va encima mio, me voy a mojar, oh no.

... ¿¿?? ...

Estoy en un rincón, que calor, tengo hambre; ¿Qué estoy haciendo aquí?

- ¡Te encontré! Tenía mucho tiempo buscándote, que buen escondite este rincón.
- Me dormí.
- ¿Qué?
- Natalia, ¿qué hora es? - Pregunté todo desubicado.
- Temprano, recorda que quedaste de ir donde la Yara a las once.

Resulta que a veces los sueños me engañan.