En la tarde, a eso como de las 05:40 pm, el
sol se pone en uno de sus mejores ángulos. No te pega en la cara, no te
calienta con intensidad y se vuelve melancólico, que curioso, a lo mejor el sol
sabe que sus colores, provoca en nuestras mentes ese sentimiento, en compañía
de la temperatura y otros elementos que no es necesario mencionar.
¿Por qué siempre me muevo a un recuerdo
viejo? Ahora, me gustaría empezar a enfocarme en un mejor ambiente, hacer algo
más bonito, algo más natural, donde pueda ver amplios paisajes, muchos árboles,
y eso es lo que voy hacer.
Hace poco logré contactarme con una tía que
trabaja como representante legal de una compañía guatemalteca, lo que hacen es
trabajar con empresas de telecomunicaciones y hacer muestras de suelos en
lugares que seleccionan con anticipación. Me ofrecieron ir a sacar una muestra
de suelo hasta Rosita, el triángulo minero, accedí.
Camioneta roja, camino largo, once horas de
viaje, vaya. De todos los viajes que he tenido, ese fue uno de los más largos y
cansados que he logrado hasta ahora, recuerdo la carretera, y el amplio paisaje
a los lados del camino, esa alegría rara de ir viajando y ver por la ventana
como la tierra parece mecerse en los ojos con bastante velocidad. Recuerdo ese
rigio constante por tomar las riendas del vehículo, esas ganas necias de tomar
el volante y correr por las carreteras inconstantes. Primera hora, Managua
caliente, calles planas y saturadas, y que curioso que, en sus límites, el
paisaje sea más grato, ¿será porque no hay gente? Tercera hora, bien cerca de
Boaco, colindando con Matagalpa, y que sorpresa más guapa ver como de lo plano
uno pasa a la montaña, por ende, la vegetación y el clima te avisan de que has
avanzado y como recompensa de ello, te ofrecen una vista magnifica y de las
mejores que puedo apreciar. No recuerdo las otras horas, pero ya cerca de
Waslala, la carretera iba tomando un rumbo más plano, y como era de noche, me
limité a buscar solo el camino y llegar hasta el destino previsto.
No recuerdo con precisión si me hospedé en
Siuna o Rosita, pero lo que sí recuerdo es un bus volcado a eso de las 12 am, con
mucha gente envuelta en cobijas, suéteres y demás; verlos fue más como un
recuerdo de que las cagadas siempre están presentes, y que, siempre es bueno
estar al tanto de eso, vos sabés, siempre es bueno prever dentro de lo posible.
Mujeres, niños, destinados a un viaje de más de 12 horas, partiendo de sus
casas hacía la capital, y lo seguro es que, probablemente iban a buscar dinero,
muchos de ellos en el negocio de la minería, de la agricultura quizá. Llegué a
un hotel bastante grande, lujoso si lo comparo con la localidad, conste, no es
mi intención llegar a sonar despectivo, pero así eran las cosas. En el segundo
piso estaba mi cuarto, había un balcón que daba vista a una gasolinera, había
muchos camiones, muchos furgones y un camino lodoso, un bar a la izquierda,
alejado del panorama de mi vista y unas cuantas personas a eso de la 1 am,
escuchando música, tomando alcohol, supongo, es lo más probable a mi parecer.
Luego de haber dormido, tomamos el rumbo a
Rosita, y ahora que lo digo, recuerdo que el hotel estaba en Siuna, había gente
a eso de las 9 am, en unos tumultos de tierra, con un montón de coladores
grandes procesándola, y ese fue el primer vistazo que tuve de personas
trabajando en la minería, quizá para ellos no era la gran cosa, sin embargo, a mí
me llamó demasiado la atención. Recuerdo haber llegado a Rosita, mi compañero y
yo buscábamos al hombre dueño de las tierras donde se iba a sacar la muestra de
suelo. Rosita, tal como lo recuerdo, era un pueblo grande, activo, multicultural
también, había palafitos inclusive, y eso que estaban a más de 150 kilómetros de la costa caribe. Lo primero que se me vino a la mente fue el hecho de suponer que, quizá
alguna vez el agua del mar habría llegado hasta Rosita, el solo hecho de haber
visto esas casas comunes en la costa, en un lugar alejado del agua, no pude evitar pensar en lo abominable
que puede llegar a ser el océano.
Me tomé una cerveza y pues estaba sabrosa,
recogimos al señor y nos fuimos a sus tierras, en un camino de 25 kilómetros,
demoramos dos horas, entonces anduvimos por la trocha todo ese tiempo, y a la
vez, el señor nos explicaba más o menos, de modo general como funciona el
negocio de la minería, llegando a su finca, nos ofreció comida, en específico
era arroz y frijoles, queso y tortilla; la materia prima de sus alimentos, fue
cultivado, procesado, cosechado en su finca. Nos contaba que todos los días mantienen
una rutina específica, a las 4:30 am despiertan, se bañan y comen, todo esto en
15 minutos para la 5 am, ahora se imaginaran a qué hora se despiertan las
mujeres de esa finca, si son ellas las encargadas de los alimentos; luego de lo
explicado, se van a los maizales, a las tierras de cultivos, y ahí, recogen la
cosecha, claro, cuando la hay, sino, supongo que hacen otras tareas; mencionó también que ordeñan vacas y posterior a ello, procesan la leche, y ya se imaginarán el
resto; dividían el consumo de la finca y lo separaban de la venta, y pues, lo
irónico a mi parecer, era que, a pesar de vivir en lugar donde su fuerte es la
minería, el señor y su familia, no tenían ningún negocio relacionado a ello.
Conviví con niños, y me senté a verlos
jugar, me fijé bastante en sus interacciones y logré compararlo con los juegos
de mis primos en Managua, el solo hecho de ver a esos niños sin celulares y
cosas tecnológicas, me dejó una perspectiva sencilla; jugar siendo niños es
igual de serio que tener experiencia laboral cuando sos un adulto que trabaja y
necesita dinero, de modo que, en lo personal, asocié que, la tecnología quizá
ha limitado las experiencias de los niños en Managua, que, a diferencia de los
niños de la finca, ellos estaban llenándose de una forma que mis primos y demás
niños de Managua, jamás iban a experimentar, y claro, si nos ponemos a verlo
desde una forma más minuciosa, podría de manera atrevida decirte que hay un
hueco académico en niños que viven en la ruralidad si los comparo con niños de
la capital, pero, seamos francos, no necesito exponer aquí estadísticas ni sus
fuentes para afirmar con vehemencia que la educación nicaragüense en general es
una mierda, pero, sabés, no nos enfoquemos en ello, allá cada quien lo puede
analizar e interpretar, de la forma que quiera y desee.
Y sabés, al fin me pude escapar, al menos
por tres días de todo el ajetreo de la vida en Managua, se suponía que Benavides iba a ir conmigo, pero se perdió.