domingo, 12 de junio de 2016

Impresión matutina.

Las estrellas en un intento de no verse tan brillantes, son capaces de morir opacas; ¿Será que importa brillar o no? Abandonar un sueño, dejar de perseguir a un amor de tu vida temporal, rendirse; palabras que lastiman a un soñador, y hacen grande a un fracasado. Ver en sus ojos las constancia de la supervivencia, me intrigaba de una manera en la que todo lo complejo se volvía reto. Lo tomaba no porque estuviese preparado, sino porque a su lado, los retos eran mas un privilegio que una obligación.

El grisáceo tono de la mañana, inundaba de tristeza y soledad mis sensibles ojos, podía percibirlo todo, pero mis sentidos se inclinaban en la misteriosa acción de solo sentirla a ella cerca de mí, sin tocarla, sin respirarla, de una manera u otra me esmeraba en creer que teníamos esa química que muchos no desarrollan ni a pesar de llevar tanto tiempo juntos. A estas alturas, ya no me importa saber si me equivoco o no. A la orilla de un árbol, Victor, despejaba sus locuras sin más.

- Madurar es aceptar de una vez por todas que no vas a ser astronauta.

¿A qué venía eso de ser astronauta? Probablemente la primera decepción que como infantes sufrimos. Pero... No estoy de acuerdo. ¿Pero quién soy yo para decirle que se equivoca?

- Entonces madurar es un oficio de pobres. - Sentenció ella.
- ... O de gente que no será astronauta. - Comentó con un intento pobre que evitaba neciamente morir en la fortaleza de las palabras de ella. -

Parece que vivimos de la gracia de la desgracia, es casual depender de falsas logias, es casual ser pobres... No. Ella me enseña que no, tal vez no me está enseñando a como yo creo, o ni siquiera es su intención enseñarme, no importa, lo que importa es capturar lo esencial de los demás, lo mejor. Al menos yo no quiero tener un oficio de pobres. 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario