martes, 26 de junio de 2018

Brújula (Descanso)

El vaivén estrepitoso de los eventos que surgen sin espera, la lucha de ideales que forcejean entre sí para ver cual es más fuerte. La otra vez caminando por la calle, encontré a dos hombres que se miraban con fijeza el uno al otro, al parecer en el silencio se quedaron pensando sobre si era necesario armar un escándalo en vía pública, dos pares de ojos retadores que no tenían en cuenta las consecuencias, seducidos por la ira que emancipaban en la sombra pacífica del árbol que guardaba sus cuerpos. Dos personas que viajan y buscan destinos diferentes, un camino que conduce al lugar donde los hechos dejan de ser evidentes, donde las mentiras se vuelven una necesidad que colinda parte por parte en un agujero donde el sonido y la realidad no tienen presencia, ¿Un vacío? 

Estamos en un punto donde las dudas inhiben el deseo de indagar y buscar lo que nos vuelve impotentes; pero, ¿Para qué volvernos así? Echevarría aquí, Echevarría allá, me tiene hasta la coronilla tener que escuchar la voz de mi jefe llamándome por mi apellido, de ver su actitud pedante por tener la concesión de mi persona en una compañía donde su superior se coge a su esposa. No me interesa tener un ascenso, no me importa siquiera averiguar el porqué su mujer no le parece suficiente tener sexo con él... Aquí entras vos. Entras como una bomba en mi cabeza el día aquel que vi con disimulo en tu cama tu cuerpo desnudo frente al espejo; tu espalda recia y partida por los extremos de tus brazos, esas curvas preciosas que forman tus caderas y se ensanchan en tu vientre; qué coqueta mujer, tus nalgas respingadas forman un ángulo que luce candente con las sombras de tus senos que caen en tu vientre, andas dando vueltas, te pones un short y lo subís por tus piernas suaves, y con mucho cuidado lo ajustas a pesar de no tener la medida precisa de tu cuerpo. Te volvés de pronto hacía el espejo y te quedas absorta, en voz alta exclamas tu inconformidad mientras pensás que estoy ajeno a tu atención. Qué grandiosa sos, ahora me vuelvo en mi realidad y te imagino como si estuvieses aquí; será irónico quizá, pues no te he perdido, pero tampoco te he encontrado.

Cuando estoy en mi cuarto puedo pensar en las diferentes situaciones que pasaron en el día; el solo hecho de estar en permanente reposo me hace sentir un tipo de paz que yo aprecio demasiado. Tomar el teléfono y disponerme a ver cualquier publicación graciosa que me brinde una carcajada, me parece reconfortante y placentero, quizá sea algo aburrido si se le aprecia en totalidad; y, aunque yo tenga la misma certeza, prefiero obviarla e ignorar toda cualidad y descripción negativa de la misma.

- Domingo 19 de abril del 2015.

- No estoy de acuerdo con las reformas que le harán al reglamento, por el motivo de que en la sección 93, del articulo 9, establece que tenemos la seguridad de contar con el apoyo financiero de la empresa en caso de cualquier tipo de accidente o necesidad, estén o no relacionado con el ambiente laboral. Me parece inaceptable, ni siquiera se consensuó con los trabajadores en sí, fue una decisión tomada en base del criterio de los jefes; ello no tienen conciencia ni manejan la realidad social de nosotros los obreros.

- Eso lo sé muy bien.
- Claro que usted lo sabe muy bien, haga algo al respecto.
- No creo la verdad.
- ¿Qué? ¿Cómo así que no cree? ¿Qué está tratando de decir?
- No me obligués a ser crudo, no es mi estilo.
- Usted tiene la suficiente autoridad y potestad para impedir, o al menos intervenir en un replanteamiento de la reforma que excluya el corte de nuestros beneficios; de eso nosotros salimos de la miseria prácticamente. Los salarios no alcanzan para vivir y hay muchas bocas que alimentar. Recuerde que usted también estuvo en mi posición por un tiempo, quizá hasta peor, por favor, le ruego que no olvide sus raíces.
- Usted tiene un toque bastante agraciado en sus palabras, es increíble pensar que usted es parte de la sociedad obrera como tal. La educación es el toque de distinción entre la gente, y eso usted con toda seguridad lo sabe. Me gustaría ayudarle, pero mi intervención a como usted lo piensa, cuesta mucho; un mucho que no estoy dispuesto a perder, inclusive negociar. Le insto a que siga trabajando con nosotros y que con su gran ingenio disponga a encontrar mejores  formas de sobrevivir con lo que le pagamos y que entienda de una vez por todas que su opinión no es de importante relevancia, retírese y déjeme seguir trabajando, pase un buen día joven.

Vaya, al parecer el jefe sabe algo más que solo dar órdenes, y yo pensando que era un inútil y aprovechado bien pagado. La manera en la que se trata a los obreros es deplorable por esa y varias razones más que no estoy dispuesto a explicar. Menos mal que estudié, soy un tipo de miserable con mejores oportunidades; espero de corazón que la situación cambie para Ernesto y todos los abusados. Me voy a limitar a comprender, aunque quisiera tener las facultades de hacer algo al respecto.

Y otra vez, aquí en el mismo bar. Ernesto tomando porque le van a dejar de dar beneficios por cada accidente que él mismo con su novia planeaba, luchando con cinismo con otro aún más corrupto, por un dinero que pagaba sus fiestas y locuras, lo bueno es que aún sigue en la lucha de terminar su tesis, graduarse sería un plus enorme, aunque él no lo vea así. Vivan los alucinógenos, viva el alcohol y todo aquello que nos hace bien y mal. La vida se nos hace interesante cuando estamos en la vagancia, sentir en la piel un frío que abraza y captura una esencia que en la sobriedad no se puede sentir. Viva, viva. En la empresa se hicieron unos cambios estúpidos, probablemente perdimos esos ingresos que cubrían estas salidas, ¿Sabés? No estamos tan mal después de todo, me voy a empezar a enfocar en la culminación de estudios y buscaré algún puesto en cualquier institución que demande mis conocimientos; un par de estudios demográficos, un ensayo sobre cierta comunidad. ¿Qué tan difícil puede ser? Ah, pero claro, con un porro en la mañana y el día empieza de maravilla, a veces se hace complejo volver a casa, me han cerrado la puerta y he tenido que ingeniármelas para entrar sin que mis padres se den cuenta, y eso si tengo suerte. Hay días que he tenido que hospedarme en el techo o en una banca de cualquier parque con los muchachos que andan en el mismo desvergue que nos gusta y complace. Mañana es un día cansado, quizá Nelson se apunta y vamos a la cueva a echarnos un par de litros.

Una y otra vez, un poco más que ayer, un truco, una vuelta, y aun puedo vivir. Sí, aún puedo vivir pretendiendo no sentir que me pierdo más de lo que me encuentro.

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